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Cartas Marcadas - Alejandro Dolina

Título original: Cartas Marcadas
Autor: Alejandro Dolina
Saga: Año: 2012
Páginas: 544







Sinopsis
Cartas marcadas es un libro envuelto en niebla. La cerrazón que cubre las calles de Flores se tiende también sobre los capítulos de la novela provocando confusiones y obligándonos a marchar despacio. Por otra parte, la acción perversa de los Conspira dores ha llenado el texto de tachaduras, episodios falsos y agregados fraudulentos, para no hablar de páginas y capítulos enteros que han sido robados.
La niebla no sólo dificulta la percepción, sino que tiene, como los vapores oraculares, un efecto alucinatorio. Vemos poco y lo poco que vemos es dudoso. Los muertos se pasean por el barrio, las pasadillas se hacen realidad y los sujetos se vuelven inconstantes. El lector anda a tientas entre personajes que tratan de ocultar un secreto. El humo le inspira al principio una fe poética que lo convence de que debe dejarse guiar por las intuiciones del amor y del arte. Hasta que comprende, en medio de la oscuridad, que las manos de Virgilio y Beatriz que han venido orientándolo, no son más que otro engaño, el más perfecto, de un universo que es ausencia pura.

Aclaraciones para el lector primerizo de la obra del autor
Alejandro Dolina es un escritor argentino, también músico, conductor de radio y cómico. Siempre ronda temas filosóficos, pero desde un punto de vista de hombre de barrio, de letrado disoluto, y siempre empapado de la melancolía propia del tango y los 100 Barrios Porteños. Su humor inusual, resultante de una contradicción entre los viajes de Odiseo y las chanzas de un verdulero, no es para todo el mundo. Todo se remite a una cuestión de gustos: Dolina es excelente en lo que hace, pero no es algo hecho para todos.
De niño me crié escuchando su programa a la medianoche, y estoy irremediablemente empapado en su particular estilo, más cuando vuelvo a encontrarlo entre las páginas de un libro. La reseña (u opinión) que van a leer es la de alguien que simpatiza en todo o parte con la visión del autor. De hecho estoy escribiendo estas líneas escuchando su opereta criolla titulada Lo que me Costó el Amor de Laura. Quedan advertidos.
Buena parte de la historia transcurre en el mítico barrio de Flores, donde transcurren la mayoría de los libros de Dolina. Encontraremos además viejos amigos que conocemos desde Las Crónicas del Ángel Gris: Manuel Mandeb, el ruso Salzman y Jorge Allen. También aparecen otros, nuevos y viejos. No es necesario conocerlos, el libro se puede disfrutar igual, pero conocerlos le otorga algo más de valor, como un viejo amigo que volvemos a encontrar.
Pero prevalece la niebla, y presencia de la ausencia del Sefer Raziel
Sirvan estas cautelosas palabras para señalar al lector sensato la conveniencia de desconfiar de los libros que revelan secretos mágicos. Por lo general, tales obras resultan más satisfactorias para el honesto rastreador de desatinos que para el aspirante a la Gran Sabiduría. El tedio llega mucho antes de que cualquier asombro y poca o ninguna ciencia se vislumbre tras la fronda de intimidaciones, alegorías y afectaciones del discurso. Con toda frecuencia, se incluyen amenazas y maldiciones para indicar enfáticamente que la lectura de tales páginas esta rigurosamente prohibida.
Sefer Raziel HaMalach
Hoja del Sefer Raziel
Para el que no lo conozcan, este nombre en hebreo se refiere al libro que el Arcángel Raziel le entregó a Adán y Eva cuando fueron expulsados del paraíso. En su interior se encuentran diversos conocimientos divinos, prácticos y mágicos, y quién sabe qué otra cosa. Se supone que el libro fue pasando de mano en mano durante siglos. Estuvo un tiempo en manos de la Golden Dawn, fue robado por Aleister Crowley y luego perdido. Se sospecha que en un tiempo estuvo en manos de los Brujos de Chiclana, pero estos también lo extraviaron. 
Se sospecha que el libro está en algún lugar, oculto, en el barrio de Flores. También se escucha por ahí que el libro está en peligro, y que si es destruido vendrá el fin del mundo. La niebla impenetrable que envuelve el barrio es uno de los signos del fin, junto con los perros en llamas que corretean por ahí. Hay diferentes hipótesis de como frenar el apocalípsis, pero lo que más prevalece es la certeza de que es inútil. Acabe el mundo o no, el universo sigue siendo un sufrimiento sin razón.
¿Es este libro el que buscan los personajes de nuestro relato? Tal vez no. O tal vez el libro original ha sido sepultado por una nueva sabiduría sobreviviente y cruel que tiende al palimpsesto y que no vacila en escribir signos toscos sobre antiguas delicadezas filigranadas.
Tachaduras y capítulos falsos
Esta novela es una especie de rompecabezas. Cada capítulo es un fragmento. Hay cierta linealidad, pero se ve atravesada por saltos de tiempo y espacio. La cerrazón no hace la cosa más clara. En un capítulo estamos en el Flores de la actualidad, en otro estamos en Inglaterra o de hace décadas. Una personaje de París puede hacer combinación de tren y colectivo y bajarse en el barrio. Otro personaje puede escapar de un marido celoso y tras correr varias cuadras llegar 30 o 40 años después a su escondite. Con tanta niebla, uno no sabe si esa mujer hermosa que se cruza es esa chica que ha venido de Francia o Helena de Troya.
En resumidas cuentas, la narración trata de hacer que el lector también se pierda en la cerrazón. 
La primera cuadra la recorrió con cierta tranquilidad pero después tuvo miedo. No era un temor originado por las circunstancias de soledad y penumbra: según los farmacéuticos del barrio, la niebla contenía en sí misma vaya a saber qué sustancias de mierda que aceleraban el corazón, o tal vez lo paralizaban.
Opinión
Esta es la primer novela de Dolina, aunque en sus obras anteriores hay cierta conexión entre entre cuento y cuento. El resultado es, a mi parecer, no muy bueno, al menos en comparación con sus obras anteriores.
Es la noche tranquila Cuando más miedo tenemos. Es la ausencia de dragones Lo que nos aterroriza. ¡Ay, que se vaya la calma! ¡Ay, que vuelvan los fantasmas! Que lleguen a consolarme Mil hostiles sarracenos. Que es en las noches serenas Cuando más miedo tenemos.
En las primeras páginas nos encontramos con viejos amigos, con frases ingeniosas, con humor de barrio, pero al pasar los capítulos, cada uno se parece demasiado al otro. No solo la niebla es densa, también la lectura. Los personajes se estancan en el medio de la novela, al igual que la narración. La confusión de tiempo y espacio y la permanente melancolía hacen que muchos pierdan la concentración, y con tanto personaje que se cruzan, que revelan de repente relaciones de parentesco o suplantación lisa y llana, todo se confunde más.
Aunque la historia avanza, no avanza el sentimiento reinante, no hay evolución emocional. El mundo, haya sucumbido o siga en pie, es el mismo. La novela tiene amor, sexo, traiciones, robos, asesinatos, misterio, orgías, seres mitológicos, burdeles infernales, pero todo eso no cambia la sensación general.
¡Nadie se molesta en conspirar contra nosotros! ¡Somos desdichados sin que nuestra desdicha sirva para nada!
Otra cosa que me ha molestado un poco es el vocabulario empleado en este libro, distinto a los anteriores. En todos los capítulos nos encontraremos, entreveradas las frases (¿pseudo?)profundas y las palabrotas. Un poco hubiese estado bien, tanto me ha desagradado.
Por suerte hacia el final el libro vuelve a tomar algo de ritmo.

Nota final
Tal vez, y solo tal vez, todo eso que me ha desagradado o no me ha cerrado sea una especie de lección. Quién sabe.
Estamos acostumbrados en la literatura y en el teatro a un final en el que se atan todos los nudos y se demuestran todos los teoremas. Siempre hay una aracnórisis, un reconocimiento, una revelación. Al menos el público o los lectores se enteran de las falsas convicciones que han venido sosteniéndose. Pero en la novela de la vida o de la historia universal no es indispensable que un error se registre como tal. Pues bien, ¿qué podemos hacer ante esa duda, ante la posibilidad cierta de que estemos toda la vida bajo los pies roñosos de Ates?
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